Ustedes se preguntarán: ¿pues qué respondió el señor? Dijo algo muy doloroso, que yo considero que es el lastre más grande de la cultura mexicana. Respondió: “Le voy al Puebla, porque siempre hay que irle a los débiles…”
En ese momento trague saliva. A mi memoria acudieron varios eventos como aquel mundial de Estados Unidos 94, en el que Brasil se levantó como campeón venciendo a Italia. Recordé que después del partido una de mis primas me dijo “ojalá hubiera sido campeón Italia, porque pobrecitos, mira como están llorando…” También, recordé a mi profesor de Psicología del Mexicano en la universidad que nos repetía mucho una frase que se me quedó muy grabada: los mexicanos SIEMPRE se identifican con los perdedores y los débiles.
En esos días, esa revelación le pareció escandalosa a la mayoría de los que asistíamos a su clase (una mezcla de comunicólogos y psicólogos). Sin embargo, al pasar los días y revisar la literatura relativa al tema, encontramos la confirmación de esa terrible verdad.
Históricamente, a los mexicanos nos ha tocado perder: fuimos colonizados, nos arrancaron nuestra religión original, perdimos territorio, y nuestra selección de futbol no le gana ni a Guatemala, entre muchas otras situaciones (Mauro Rodríguez habla de 9 traumas históricos del mexicano, pero mejor busquen el libro “Psicología del Mexicano en el Trabajo” y léanlo).
Además recuerdo como me impresionó un estudio elaborado por Rogelio Díaz Guerrero en donde mostraba que los mexicanos le tenemos más respeto a los indigentes que a la gente rica.
¿Será eso posible? Sólo hay que recordar como siempre le buscamos defectos a la gente exitosa, como nuestros héroes nacionales no son los fundadores y colonizadores de nuestras ciudades sino los que se rebelan en contra del orden establecido o como criticamos sin piedad a quien se atreve a hacer algo mejor que nosotros. El resentimiento social es una de nuestras cualidades: odiar al que tiene por tener más que nosotros, pero internamente siempre desear ser como él.
Sin embargo, no podemos ser siempre así, tenemos que aprender a ganar, a enfocarnos en nuestros objetivos, a alcanzar metas. Es necesario que dejemos de echarle la culpa a los demás de lo que nos sucede: ni nuestros problemas son generados por los Estados Unidos, ni por el Gobierno, ni por los ricos explotadores. Todo el problema lo tenemos en nuestra cabeza, en nuestros pensamientos que se niegan a pensar en grande y a disciplinarnos para tratar de alcanzar nuestros sueños…
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