Desde que la vio, Mario quedó enamorado de ella. Blanca, delgada, con unos hermosos ojos café, pero lo que más le gustaba es que era una mujer tímida, recatada, bastante tradicional, si mal no recuerdo. Puede decirse que era una mujer que nació para ser la esposa, madre y ama de casa perfecta, por eso decidió casarse con ella.
Se casaron al inicio del verano y se fueron a vivir a una casa que quedaba justo a un lado de entrada del metro Ermita. Mario quería que Alondra viviera como una reina, por lo que decidió trabajar mucho para mantenerla, aunque tuviera que hacerlo con doble turno en una fábrica al otro lado de la ciudad. Lo único que le importaba era que ella tuviera lo mejor.
El día en que llegaron a su nueva casa, los dos lucían radiantes. Ella vestía una falda negra, con blusa blanca de botones y el pelo negro, lacio, suelto con una diadema para detenerlo. Un look clásico. Su nueva vida como pareja empezaba.
Por su ubicación, la puerta de su casa quedaba justo al lado de donde se reunían para llevar a cabo sus actividades un grupo de vendedores ambulantes, así que si bien la entrada de su hogar parecía un poco tétrica porque era muy obscura, los gritos de los vendedores animaban el ambiente.
Su primera noche fue apasionada, era la primera vez que hacían el amor porque Alondra quería llegar virgen al matrimonio. Los dos llegaron al clímax entre sonidos extasiantes que anunciaban “Productos de alta calidad pone a la ventaaaa…”.
Así trascurrió su vida por un tiempo, plácida y tranquila, probablemente se podría considerar feliz. Sin embargo, como en toda historia, algo tenía que pasar…
Alondra, que pasaba todo el día en casa, empezaba a sentirse sola. Mientras Mario trabajaba, ella limpiaba, sacudía, lavaba y trataba de mantener la casa digna de su rey.
Un día, mientras ella limpiaba la entrada, un sonido la capturó. Era algo que ella nunca había escuchado y que la impulsaba a mover los pies hacia donde provenía. Mientras más cerca estaba, mejor podía escucharlo, era una música que decía algo así como: “Sin ti yo no soy el mismo, eres mi credo, pedazo de cielo, abrázame fuerte…”.
Cuando llegó a la fuente del sonido, cual fue su sorpresa al descubrir a un nuevo vendedor de música pirata, un hombre alto, moreno, con un bigote que lo hacía parecer muy sensual, según su propia percepción. Ella se acercó al puesto de él, lo que hizo que él le dijera: “¿Cuál se va a llevar güerita?” Ella le contó que ella vivía ahí, que no quería nada en realidad, más que conocer a su nuevo vecino. Una frase llevó a la otra, por lo que terminaron platicando un buen rato. Cuando ella se retiró, no alcanzó a ver la mirada morbosa que el vendedor tenía al mirarla entrar por la puerta de su casa.
Si mi memoria no falla, ella empezó a pasar más tiempo entre el bullicio de la gente, escuchando esa música que cada vez la llamaba más. Por eso, cada día pasaba más tiempo entre los puestos, en especial el de música pirata.
Un buen día, cuando Mario llegaba vio algo extraño en su mujer: se veía un poco más morena y más rellenita, como si hubiera ganado algo de peso. Su apariencia era desaliñada, incluso parecía que sus dientes eran más amarillos de lo normal. Trató de recordar cuando fue la última vez que vio normal a su esposa. No lo pudo recordar.
Cada día que llegaba a casa, veía peor a su esposa. Ya no limpiaba, no se arreglaba por lo que su apariencia era deleznable, como de una vendedora ambulante. Entonces lo descubrió.
Recostado sobre la cama, se dio cuenta que Alondra tenía varios meses en que llegaba a dormir entre una y dos horas después de que el lo hacía. Ese día se sintió intrigado, por lo que decidió ver que hacia su mujer. Se levantó en pijama y salió a la entrada de la casa. Como nunca, le pareció muy lúgubre. Se asomó por la puerta, y pudo ver a su esposa besándose y acariciándose con un vendedor de discos piratas. Sintió que moría. Al día siguiente, empacó sus cosas y se marchó dejándole una carta en la cocina.
Alondra, al verse libre, llamó a su amante pirata, invitándolo a vivir con ella. Poco a poco el aspecto de todo en el hogar fue cambiando, deteriorándose, ensuciándose. El dinero de un vendedor de discos no alcanzaba para mantener esa casa, por lo que empezaron a vender los muebles. Un día, definitivamente ya no pudieron pagar la renta y fueron desalojados…
Una semana después, la casa fue rentada otra vez, por lo que llegaron nuevos inquilinos. Ellos eran una pareja joven, ella una mujer realmente hermosa, el un joven que quería que su nueva esposa viviera como reina…
P.D.: Esta historia esta basada en un sueño que tuve.
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